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Belleza consumida


La hechicera había sido una mujer muy bella, pero se ajaba con cada lágrima vertida. Ahora su piel se le metía entre los huesos y sus ojos parecían ir a caérsele, aunque aún se podía ver en el fondo de su mirada lo que le quedaba de hermosura. Ella sabía que pocos eran los que se esforzaban en ver más allá de sus greñas, y sus carencias adivinatorias las compensaba haciendo teatro. De esta forma sacaba los cuartos a los ilusos y sobrevivía a duras penas. Pero lo cierto era que podía ver el vacío a través de los ojos de los desesperados. Entonces entraba en trance. Se clavaba las uñas en sus párpados flácidos, y cuando le brotaban las lágrimas se las hacía lamer directamente de su piel. Así, mientras al atormentado se le llenaba la mirada de gracia, ella se marchitaba un poco más.

Relato publicado en la web ENTC con la belleza como inspiración.