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La ausencia


Esa Navidad había decidido perdonar a Dios. Un lustro sin hablarle parecía suficiente tiempo. Empezaría por poner el belén. Sacó del altillo al buey y la mula, al arcángel, a María y a José. Cada uno envuelto en su papel de burbujitas. También la estrella que colocaba sobre el tronco que encontró cerca de los columpios en el parque. Desde entonces era el pesebre. Mientras revolvía todo en busca del Niño, ensimismada con aquel trozo de madera entre las manos, sintió la fresca temperatura de aquella tarde, notó bajo sus pies el crujido de la hojarasca al acercarse para cogerlo, y vio la cara sonrosada de su pequeño, feliz ante el hallazgo. Después, como una autómata, envolvió las figuras, cada una en su papel, las dejó en el altillo de nuevo, y siguió sin perdonar a Dios.

4 comentarios:

  1. A veces nunca tampoco es suficiente.
    Tus historias siempre lo son.
    Feliz Año Nuevo.

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    Respuestas
    1. Totalmente cierto, Margarita.
      Muchas gracias por pasarte. :-)
      ¡Feliz Año Nuevo!

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  2. Da gusto leerte, Nuria
    Felicidades!

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