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Éxtasis

Foto de la red

Su mejor amiga la ayuda con el cambio. Ahora se parece a la Sandy del final de Grease, de negro y taconazos rojos. Antes de partir, se atusa los rizos rubios en el espejo de la entrada y se humedece los labios bermellón. Sabe que esta vez Antonio va a alucinar. En la puerta de casa se lleva las manos a la cabeza, qué tonta, olvidaba el bolso, donde lleva lo que necesita.   

Coge el bus. Es lo que hay si te llevan el coche injustamente por tercera vez en el mes y no tienes un puto euro para recuperarlo 

Llega al depósito municipal contoneándose ligeramente hasta la ventanilla, tampoco quiere pasarse. Al verla, Antonio, el encargado, se pone de pie tras el mostrador y se recoloca el paquete. Al fin ella entra en razón y él no tendrá que sobornar más a los agentes para hacerla ir hasta allí.  

De pronto, afuera, el Mercedes de Antonio explota y salta por los aires y unos gritan y otros se tiran por los suelos. Sin embargo, absorta con la belleza del espectáculo, ella está a punto de aplaudir. Pero apretar el detonador escondido en el bolso ya le provoca suficiente placer.



(Publicado en ENTC.)

Ayuda

 

Un extraño artefacto cruza el cielo a toda velocidad hasta estrellarse en la plaza de Galicia. Lo han visto desde todos los municipios de alrededor. Por eso, lugareños y vecinos acuden en su busca armados con hoces, picos y palas. Enseguida el griterío retumba en Arzúa. Pero allí sólo hallan un enorme agujero y restos de metales. Por suerte no hay heridos y, tras las pesquisas que duran varias semanas, concluyen que es algo raro del gobierno. Nunca lo sabrán. 

Entretanto, escondidos en unos niños y unos becerros que se encontraron, los cuatro marcianos petrificados se afanan en contactar con el espacio exterior. 

(Relato publicado en ENTC.)


El instante

Las aventuras de Tom Sawyer, leo con dificultad en las tapas del viejo libro. No sé bien qué decir. Yo lo que quería para mi décimo cumpleaños era una Barbie. O dinero para comprarla. O una Barbie y dinero para comprarle vestidos. De pronto, mi madre, que siempre parece que lee lo que pienso, me empuja para que le dé un beso al abuelo. Sí, ya sé que ella siempre me explica que él no sabe nada de caprichos de niña, que ya está mayor. Aunque aún es ágil para atrapar el beso que le doy en la mejilla poniendo la mano sobre él. Luego se lo lleva al corazón. Eso siempre me hace reír. Desgraciadamente, como por arte de alguna magia más caprichosa que mis propios deseos, el abuelo se difumina como niebla fugaz en mi pupila infantil; y quince densos lustros se asientan sobre mis hombros, mientras todavía sostengo el preciado libro entre las manos. 

 

 (Relato presentado en el concurso ENTC).

Dulce final

Cada día discuten y luego se reconcilian en la cama, hasta hacer temblar los cimientos del edificio en el que malviven. Sin embargo, hoy no hacen el amor. Hoy, tumbados desnudos, sólo se miran a los ojos en silencio, nariz con nariz. Sonríen llenos de complicidad, olvidándose de todo lo malo, incluidas las molestas gomas de los brazos, mientras esperan, espe… ran, esp… 


(Publicado en ENTC, inspirado en la palabra «Mamihlapinatapai», la palabra más concisa del mundo, que expresa el entendimiento silencioso entre dos personas).

Sin sombra

Foto propia
Aunque no lo parezca, se santigua con la mano derecha fantasma mientras el puño izquierdo esconde un mechero. A su vez, el ojo derecho fantasma mira al frente con seguridad. Sin embargo, el izquierdo titila indeciso. Entonces el corazón remueve los fantasmas de los anhelos que le llevan tiempo acechando; y el cerebro, que suele decidir en estos casos, hoy se queda en blanco, bajo la luz abrumadora del sol del mediodía.

Y, petrificado en el centro de la terraza más popular, el joven inapreciable contempla cómo otro muchacho ofrece fuego a la bella Marieta, que rebusca en el bolso por enésima vez.







(Relato finalista en el concurso Anonimous propuesto en ENTC. Tema: "cuidado con los miedos, les encanta robar sueños". Condiciones: relato que empiece por la letra A y acabe por la Z y límite de 111 palabras).

Apagón

   


El guardián de los cielos no debe dormirse apoltronado en la Osa Mayor, ya que ha de mantener iluminadas las candelas de los caminos celestiales. Él guía a las estrellas errantes soltando grandes carcajadas, embriagado por el polvo que pierden al pasar. Así ellas no deambulan al tuntún, llenando los cielos de susurros de anhelos de aquí para allá. Además, el guardián las protege con empeño, alejando de su trayectoria a planetas inapreciables, asteroides impredecibles y agujeros negros con las vibraciones de sus risotadas. Por eso, cada estrella encuentra siempre a su deseador. Menos la noche en la que el guardián debe apagar las candelas y, con sumo respeto, dejar de reír.  

  

(Publicado en ENTC, con tema "Se acabó la función").

El mismo

Foto de la red

Tantas horas de doloroso parto borradas de golpe al tener al bebé al fin entre sus brazos. Siente que todo ha merecido la pena, incluso romper con el padre por no estar de acuerdo en traerlo al mundo, como cuando la convenció la otra vez. Después de aquello, fue casi feliz a su lado, pero nunca dejó de soñar con aquel que podría haber tenido los ojos verdes de su abuelo, la nariz respingona de su tía Manuela o, tal vez, los dedos largos y delgados como los de su madre. 

Ahora, a solas en la habitación del hospital, lo observa embelesada dormir sobre su pecho y no piensa en nada más. Acerca el rostro a su cabecita e inspira hasta embriagarse. Podría pasar el resto de su vida en ese momento.

De pronto, al fin abre los ojos. ¡Sí! Son iguales que los del abuelo. Aunque el bebé la mira de una manera extraña que la incomoda, reconociéndola durante eternos segundos, hasta que rompe a llorar lo de toda una vida perdida de una sola vez.


(Publicado en ENTC)


 

Sin descanso

Leda

El escarabajo arrastra con ímpetu su pelota por la carretera sin asfaltar de un pueblo abandonado con cuatro casas que, a duras penas, se mantienen en pie. Pero, tras una pequeña cuesta arriba, se le escapa cuesta abajo a toda velocidad y el angustiado insecto la sigue lo más cerca que puede. Sin embargo, la dichosa pelota choca contra una piedra que la hace saltar por los aires hasta que, al fin, cae a plomo cerca de la cuneta, perdiendo su hermosa redondez. 

El golpe provoca una fisura en el suelo seco por donde se cuela el sol del mediodía, metro y medio hacia las entrañas de la tierra. Allí, el rayo despiadado alcanza a un grupo de lombrices que, molestas, se escabullen a una zona más oscura, dejando iluminados, como una efímera aparición, algunos relojes, un montón de huesos y unas cuantas llaves que no volverán a abrir ningún hogar.


(Relato publicado en ENTC).


 

Manuela o Manuel

 


Una lágrima, lenta y torpe, me brota con esfuerzo en cuanto sostengo en brazos a mi bebé. Ha sido un largo camino. Y es que, a los cincuenta, no tengo sólo los ojos más secos, sino que las entrañas tampoco son precisamente un vergel. Pero ahora estoy feliz. Tengo un bebé. Y, así mismo, con él aún arrebujado en la pequeña sábana del hospital, me escabullo entre la gente, desde neonatos hasta el aparcamiento, deseando llegar a casa para desenvolver mi delicado regalo.


(Publicado en ENTC)



“Flashback”

Foto de internet

El álbum de fotos se resbala de las manos titilantes del solitario anciano, formando una tienda de campaña en el suelo. Y, como su artrosis le impide recogerlo con rapidez, un indio diminuto tiene tiempo para salir de su interior, dispararle y meterse de nuevo en la tienda. Tras la sorpresa inicial que lo deja congelado en el sitio, el hombre se agacha con soltura para mirar dentro, con la flecha pegada aún en su frente. De pronto, lo ve todo con la nitidez de su juventud y se pone a cubierto, agazapado tras el butacón. Recuerda que, en algún momento, el indio saldrá de su escondrijo otra vez. Por eso, espera. Espera. Espera, con su corazón de niño agitado y su mano por pistola lista para disparar.


(Publicado en ENTC)

RELATO SELECCIONADO