Últimas voluntades
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Nuria Rozas |
Se escucha ese «pi» infinito, tan irracional, mientras ella se inclina sobre mí, acercando sus labios a los míos. Su mirada me provoca un deseo irrefrenable. Arrebatado, le arranco la blusa y hundo la cara entre sus generosos pechos. Enseguida siento el cosquilleo en la entrepierna y sonrío tanto que parezco una caricatura de lo que un día fui. Sin embargo, a pesar de mi lucha, ese fastidioso «pi» logra despertarme. A mi lado, mi dedicada esposa dormita en una silla, con la frente apoyada en su inseparable bastón. Y yo cierro los ojos con fuerza otra vez.
A veces la vida es injusta. O los jurados. O ambos todos en su totalidad más implícita e inexplicable.
ResponderEliminarAgradezco tus palabras infinito, pero racional.
ResponderEliminarUn abrazo desinfectadísimo. :-)